El patrimonio como lugar de encuentro

Descripción de la publicación.

Sara Lucía Gómez Machado

9/20/20225 min read

Autora: Sara Lucía Gómez Machado - Historiadora, investigadora y docente

Tras mi paso por el campo de la enseñanza en diferentes escenarios, tanto formales como informales, he tenido la oportunidad de explorar diferentes elementos que he implementado en el proceso de aprendizaje de mis estudiantes y públicos.

Valorar el aprendizaje horizontal

Antes de trabajar en museos y espacios de interés cultural mi espacio de trabajo solía ser el aula de clase, de esta forma, el tránsito entre escenarios de aprendizaje, formal e informal representó un reto, pues tuve que buscar nuevas estrategias que me fueran útiles para la transmisión de información, pero también porque empecé a cuestionarme, como nunca lo había hecho, en relación al concepto del conocimiento y quien lo posee.

Fue en ese proceso que me di cuenta que la información que me interesaba que tuvieran mis oyentes, quedaba anclada de forma mucho más efectiva en la mente de los asistentes cuando esta estaba relacionada o apelaba de forma directa a sus experiencias de vida y sus conocimientos. De esta forma, cuando una persona entraba en confianza y empezaba a participar, desataba una especie de reacción en cadena en la que el recuerdo de uno activaba el recuerdo del otro, formando así una reunión de recuerdos y de conocimientos en medio de la cual yo también aprendía de ellos.

De esta forma, empecé a ver el pasado como un lugar para el encuentro. El encuentro de diferentes experiencias de vida, formas de ver el mundo y maneras de sentir, pero sobre todo el encuentro de diferentes saberes que, sin importar sus contextos, se reunían en el espacio simbólico del pasado para construir conocimiento y proponer nuevos puntos de vista para idear un futuro más sostenible y empático con las sociedades y los entornos.

Todos somos portadores de conocimiento

Algo muy impactante con lo que me encontré cuando empecé a trabajar en lugares de interés cultural, es que si bien el alcance de la cultura es significativo comparado con épocas anteriores, existe aún una cantidad muy grande de la ciudadanía que no se siente digna de entrar en lugares como museos o bibliotecas, pues los imaginarios sobre estos espacios como templos del conocimiento destinados a la élite ilustrada, se ha perpetuado hasta el día de hoy, en muchos casos de la mano de los mismos trabajadores de museos y sus comportamientos.

La dinámica descrita anteriormente ha sido sumamente dañina para el entorno cultural de los últimos años, pues es en las personas del común, en sus recuerdos y sus conocimientos, donde reposa toda esa información fundamental que permite dar valor a las manifestaciones intangibles del patrimonio y que hacen parte de la cultura de un pueblo o de una nación como son los cuentos, los saberes tradicionales, los oficios, etc.

En este contexto, la gente se convierte casi que, en el elemento más importante de la labor del museo, no solo por la obvia responsabilidad que este tiene con la sociedad, sino sobre todo porque las personas pueden ser consideradas por la institución como piezas clave en la articulación de sus contenidos, al ser guardianas de la historia y el conocimiento.

El reto de guiar al público

Cuando de mediación cultural se trata, la participación activa de las personas es muy importante, no solo por el valor de sus opiniones, como ya mencionamos anteriormente, sino también por el valor de la construcción conjunta del conocimiento. Sin embargo, muchas veces esa participación se vuelve conflictiva o simplemente no surge, esto como consecuencia de la conducción que se le da a la mediación.

Cuando esto sucede, puede pasar que se cree un espacio incómodo en el que el mediador se olvide de su tarea de facilitador, para revestirse con la falsa máscara del experto que promulga verdades absolutas hacia un público inculto que esta allí para ser ilustrado, pero que en realidad se encuentra por completo desconectado de la narración.

A veces lo más evidente puede ser la clave

Aunque involucrar la participación del publico en el diseño de nuestras mediaciones puede ser retador, es importante tener siempre presente que a veces los recursos más sencillos y evidentes son los más efectivos al momento de trabajar con la gente, más si hablamos de patrimonio cultural. En este contexto, herramientas como el análisis de la imagen, el uso de materiales sonoros o el planteamiento de una simple pregunta puede detonar una respuesta que genere un potente espacio de participación y diálogo.

Sin embargo, hay que ser cuidadoso en el planteamiento de las preguntas que se hacen, pues la idea de la mediación cultural no es medir o calificar el nivel de conocimientos que poseen las personas, mucho menos hacerlas sentir ignorantes, sino más bien ofrecer un espacio para el disfrute donde la nueva información y conocimientos se van sumando de forma orgánica a los saberes previos. Algunas preguntas útiles serán las que involucren frases como: desde su experiencia, según su opinión, recuerda usted, que cree usted sobre, etc.

El reto de trabajar con patrimonios incómodos

El término de patrimonios incómodos hace referencia a algunas manifestaciones del pasado que, por relacionarse con eventos traumáticos y violentos, pueden generar cierto tipo de incomodidad o conflicto en el presente, pues genera divisiones sociales y pone en juego los futuros imaginados, al ser visto como un elemento preocupante para la construcción de la identidad. Ejemplo de estos pasados incómodos incluye todo lo que tiene que ver con momentos de guerra, esclavitud, dictadura, genocidio, conflicto armado, etc.

Debido a que la historia de Colombia, como la de otros países de América Latina, ha estado signada por la violencia y el conflicto armado, es de esperarse que varios de los patrimonios que se encuentran en estas regiones puedan caracterizarse como incómodos o conflictivos. Así, la labor del mediador cultural requiere de herramientas que le permitan guiar de la forma más adecuada posible las intervenciones y sentimientos que dichos elementos puedan generar en los visitantes, teniendo siempre presente el objetivo de crear un espacio seguro para todos que permita reflexionar sobre el pasado y proponer nuevos futuros.

En el trabajo con personas y comunidades me he encontrado muchas veces ante visiones de mundo que son completamente opuestas a la mía, y que pueden llegar a incomodarme con una fuerza mayor a la que me gustaría, sin embargo, soy consciente que muchas de estas visiones han sido determinadas por experiencias personales que difícilmente puedo juzgar y que desde mi rol como educadora es importante que respete y reconozca como componentes valiosos de la historia y como reflejo de la sociedad que es a quien finalmente va enfocada mi labor.

Para la humillación y la intimidación ilustrada ya existe la academia, por esto es importante recordar que los ejercicios de participación que se proponen en el contexto de la mediación cultural, nunca deberían estar enfocados en medir cuanto sabe una persona sobre un tema, sino más bien en motivar a las personas a compartir sus vivencias y sus conocimientos.